domingo, 22 de junio de 2014

Yo confieso

Ya me cansé. Lo siento, lo he intentado con mucho esfuerzo, pero no puedo sumarme al colectivo OdioLosDomingos. Prefiero ser honesta y seguir pareciendo un bicho raro, pero voy a contarles qué haría un domingo cualquiera:





Ver por 7849837410494ª vez "Wedding singer"



 
 
El día que mis amigos tridimensionales sepan de este blog probablemente pensarán que tengo algún transtorno de personalidad (si es que no lo han pensado ya), pero esto va a ser el detonante para que se preocupen seriamente por mí. Y no es que lo oculte, solo que nadie me ha preguntado. Esta película tiene mucho encanto. Es decir, la dupla Barrymore-Sandler es tan convincente que pienso: "¡Qué rayos, por cosas menores otra gente se ha casado!" Y no solo pienso eso, también creo que junto a "50 first dates" y "Luna de miel en familia" le sacan el ancho a la pretenciosa trilogía de los "Before todo". Puedo sustentar todo esto, pero lo que espero ahora es anular una leyenda: No veo a Tarkovski los domingos, no soy tan ruda.
 
 
 
 
También puedo ponerle el ojo a Caicedo en cualquiera de sus facetas
 


No, yo no bebo. Gracias, igual.
 
 
 
Y leer en voz alta algún escrito que describa algo que yo no puedo, como hago con los escritos de todas las personas que logran ese efecto lo cual, finalmente, termina pesándole a los vecinos quienes tienen listos los baldes con agua para espantarme como a un gato.
 
 
"...hay días en los que todo parece cooperar para que yo no sufra, y soy feliz teniendo delante de mí a esas maripositas amarillas que juegan en la hiedra. ¡Ah!, pero es que todavía no he hablado de la hiedra, cierto. Y los tejados sucios que se amontonan más allá, al otro lado de la calle, y el cielo claro de esta ciudad, que también se deja ver de mí porque sabe que yo soy un habitante de aquí, que aquí es la única parte en la que yo puedo subsistir y ser feliz y mirar a través de esta ventana con forma de iglesia. Diré ahora que la hiedra apareció sobre los barrotes grises en forma de lanza, de un día para otro. Así como suena. Un día de tantos en que yo me colocaba delante de la ventana, la vi allí, encerrada en el marco que alcanza a abarcar mi vista. Y allí continúa, creciendo más cada día, y yo pienso que cuando la hiedra no deje ver los floridos árboles del frente, o el limpio cielo de esta ciudad, o las maripositas amarillas, cuando la hiedra haya oscurecido el gris de los barrotes, yo me contentaré con poderla ver nada más a ella, levantarme y ver todo verde, no importa que la gente esté haciendo escándalo afuera, para eso tendré yo mi hiedra que ha crecido al otro lado del papelillo y de la reja y que se ha trepado contra los barrotes y que ya no deja ver nada de lo que sucede con la calle afuera, pero eso no importa, porque así yo puedo contar las hojas y pronosticar el día en las cuales caerán unas y nacerán otras."
 
("Calicalabozo", Andres Caicedo)

 
 
 
Una cosa que debo aclarar es que no recomiendo ir a los museos los domingos porque este día en particular los museos no se disfrutan sino se sufren. Mucha gente los vuelve sucursales de los parques y no es que me disguste ver a la gente amándose, todo lo contrario, pero por lo mismo que a nadie se le ocurre meter un tarro con sopa ramen al cine considero inapropiado pararme frente a un cuadro cuyo parámetro ha sido tomado por dos ardientes amantes. Por eso les advierto, allá ustedes. 
 
 
 
Podría ir al mercado de las pulgas, pero ya ven que el otro día tuve una seria discordancia con su desempeño en la sociedad así que me voy a alejar un tiempo de esos antros. Asumo que el principio de la causalidad les azotará con mi ausencia.
 
 
 
 
Ah, cómo podía olvidarlo, un domingo es propicio para ir por un dulce al otro lado del mundo donde seguramente el local estará atestado porque allí todo es tan rico y el lugar es tan chico y me aprovecharé de eso para llegar en pijama y no importará, pediré un dulce y lo devoraré en la vereda, por si se me antoja otro más.
 
 


El lugar se llama "La Maga", díganme si no es bella la vida.
 
 
 
 
 
Comprenderán entonces que nunca podría odiar a los domingos cuando conmigo se comportan tan mansos como cualquier otro día. Además, un domingo todo el todismo de Einstein y compañía se dieron cita en la mente de mi madre cuando a último momento claudicó de escribir en el papel de los registros ciudadanos el nombre Dominga, que así me iba a llamar yo. Sépanlo bien.
 
 
 
 
 
 
 

3 comentarios:

  1. Dudo de que la gente realmente odie los domingos, más bien se odia a sí misma por no saber cómo utilizarlos. Y tú, que les sacas todo su jugo, no tienes nada por qué odiarlos, de allí que no sientan tan emoción tan humanamente necesaria para sobrevivir.

    Saludos

    J.

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  2. José, los domingos también tatúo vacas con lapicero. Claro que se borran al primer baño. Es algo efimera esa vida. ;)

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  3. Yo no odio los domingos, tampoco me odio a mi misma pero si un domingo me quedo sola en casa llego a frustrarme porque a pesar que lea, vea películas o me ponga a observar las nubes gordas si llega el domingo a ser interminable. Por eso digo, un domingo sin mi familia es como morir un rato.

    Bien por ti Dominga.


    Ay laralaaaa la palabra verificadora Lalaralara

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