lunes, 30 de junio de 2014

Lavanda sonora

Hace un tiempo que tengo una manía por no dejar ninguna prenda blanca en paz hasta que no se vea rutilante como en la televisión. Así como existen personas compulsivas por la limpieza no creo menos válida la aceptación de mi última obsesión. Uso tres productos: Uno sin cloro, jabón “fuerte” y detergente “fuerte”. Paso la prenda de una tina a otra sin tiempo de enjuagarla. Creo que la sucesión en los actos es lo que está dándome excelentes resultados. Alisto la prenda con un día de anticipación. Esto obedece a que el vecino tiene enjaulada un ave de horribles sonidos que, no sé si por hambre o por simple cantora, suelta su terrible voz muy temprano cosa que impide seguir durmiendo. Yo nunca la he visto, pero me la imagino como una paca paca; un ave deslucida, grande y cagona. Como un compás, mientras comienzo mi trajín sigo su terrible métrica. Preparo la pasta con el artículo en polvo (sin duda –pienso- debe ser un ave poco presumible, de lo contrario, estaría ostentosamente aprisionada en una jaula a través de una ventana abierta). Mojo la blusa previamente seleccionada; es hermosa. Tiene muchos encajes y fue mi primera camisa de oficina allá por el 2008. Parece crema, pero cuando la compré era blanca como el Annapurna y es así como pretendo dejarla. Hasta a mí me resulta gracioso ver mis pequeñísimas manos recubriendo con la masa blanca y con una paleta de esas de hacer pasteles la blusa que rescaté de la basura. Son momentos en que me pierdo. Salgo de mí, no sé cómo explicarlo y comienzo a filmar desde muy lejos a la moza que hace algo raro en el lavabo y escucho un canturreo devastador, pero ella dale y dale con una espátula, ¡quién la viera esperando los 40 minutos de reposo que sugiere el artilugio! Ah, no lo he dicho. Mi nuevo oficio se complementa con el bailongo que tendremos en unas horas como previos a la Navidad. Aquí, en Pan de Azúcar, siempre se encuentra una excusa para celebrar la alegría. Ayer, unos chicos bastante eclécticos y borgianos convencieron a la comunidad, de naturaleza también conciliadora, de hacer una danza comunal en deferencia al coraje de Judas Iscariote, cuyo proceder hizo posible que se cumpliera la profecía dictaminada en las antiguas escrituras: 700 años antes del nacimiento de Jesús, el cristo. Aquí lo que sobra es alegría e inteligencia, así que no puedo tardar en terminar mi rutina pautada por el ave aberrante y presentarme junto a Alain como los comendadores de la calle Rivera para tan vivificante evento.  Siendo el medio día, cruzo las calles con mi blusa blanca como la chica del comercial que parece un reflector solar. Dejo a mi paso un rastro de olor a shampoo hecho por todas las flores del mundo. Oigo al animador invitar a los participantes a ocupar la calle cerrada y decorada. Como todo Maldonado en general, somos una mixtura de culturas y somas, así que cada participante –dos por calle- podía aportar una canción de su país. Alain mandó a la organización “Caballo viejo”, por mi parte he mandado “Cariñito” en la versión alegre que hizo Bareto. Alain se coloca nuestro número en el pecho. Me saluda con un abrazo y respira profundo en mi hombro. “¡La chica lavanda!”, dice y comenzamos el bailetón donde es más que fijo que seremos coronados todos únicamente por estar presentes; por la dicha de sabernos vivos en Pan de Azúcar, la otra ciudad de la alegría.
 
 
Uruguay, diciembre del 2013

Cómo matar a una hormiga

 
 
 
 
Fuente: Ínternet

domingo, 29 de junio de 2014

Modernos trajes de baño

Qué sucedió para que empezáramos más o menos así:
 
 
 
 
 Y termináramos así:


 
 
 
Dicen que para los hombres el asunto será así...
 
 
 
 
xDDDD
 
 
Bueno, siempre habrá la posibilidad de hartarnos de tanta moda
y terminar bañándonos calatos como los animales que somos.
 
 
 
 
Qué extraño puede ser este mundo. 
 
 
 
 
Fuente: Ínternet 


El brazo caliente

Recuerdo que hace un tiempo dedicaba días enteros a escribir cuentos puesto que las ideas fluían como las máquinas dispensadoras de helado. Solo tenía que leer un nombre, ver algo y ¡juaz!, pa'l coche. Todo servía. De hecho, el cuento que estoy rearmando ahora proviene de esas épocas. Y, bueno, ¿por qué lo estoy volviendo a escribir? Ya. Sucede que entonces la idea estaba y la considero buena, pero la historia tiene una peculiaridad: Podía contar la idea general, de qué se trataba y las personas que la oían decían: "Es una buena historia". El hecho es que nunca conseguía escribirla de manera que me convenciera. No sabía cómo. Tengo cuatro borradores del mismo cuento y ninguno me parecía aceptable. No se acercaban en lo más mínimo a lo que yo quería escribir. Era como tratar de explicar, filmar o dibujar tus sueños con todas las formas y colores, tal cual, cosa que siempre resulta imposible. No sé si ustedes alguna vez han pasado por algo así, pero es muy frustrante. Hasta que un día volví a ver ese chico no tan chico y me dijo:
 
"Nárrate la historia en voz alta como si todo el público fueras solo tú y, a la par, escribe lo que escuches."
 
 
Funcionó, pero la incertidumbre de saber que un día el dispensador de helados se quedara nuevamente sin existencias me rondaba. Así que un amigo, de esos amigos que nos leen la mente, me recordó:
 
"Gabo decía que para mantener el ritmo siempre hay que escribir, de lo que sea, pero siempre escribir. De esa manera el ritmo queda y el brazo se mantiene caliente."
 
He aceptado ese hipótesis y, hasta donde la he asumido, puedo validarla. De pronto vi por fin el comienzo de mi historia. Comienzo que en ninguno de los otros borradores había visto y luego he seguido escribiendo con la misma fluidez y naturalidad de un pacífico riachuelo. Me ha gustado tanto eso de mantener el brazo caliente que por poco le he cambiado el nombre a mi blog.
 
¿Conoces el blog de Giova?
No, ¿cómo se llama?
"El brazo caliente"
o_O
 
 
Pero luego lo he pensado mejor y en medio de tanta malicia creo que no sería muy buena idea. Después de todo, quiero conservar lo mucho o poco que me queda de inocencia.
 

 
 
 

sábado, 28 de junio de 2014

El conejo de Sevilla



-Fer, ¿te acuerdas de los dibujitos de la Warner?

-Yep

-¿Te acuerdas de ese capítulo donde Bugs Bunny hace de todo en la cabeza de Elmer? xDD

-"El conejo de Sevilla"

-¡Claro! Por lo de "El barbero de Sevilla"

-Ese capítulo es inolvidable








¿Quién podría negarlo? 








:DDD


Facultades de los raros (texto rápido si usted lee rápido)

Las primeras impresiones no son las que cuentan. No. Las personas que te ponen en frente por primera vez son autómatas con temas, frases y diálogos preparados. Sí. Hasta el diálogo. Si intentas salir de sus artificios ellos rápidamente encontrarán la manera de colocarte en el lugar que te asignaron justo antes del cóctel/convite/refrigerio/reuniónsocialcualquiera donde programaste tu estancia para esa hora y fecha. Aunque todo es relativo, depende mucho de las habilidades del interlocutor. Muchas veces éstas suelen ser tan escasas ante los raros, que estos terminan por deshacerlos enredándolos en sus propios temas que finalizan siendo una gigante madeja de lana pelúcida. Entonces es el momento. Les dejas con el paquete y prosigues tranquilamente a llenar tu bandejita con los más sabrosos apetales (en el caso de los bufés, claro). Ahora, sigamos con la vida, el tiempo y la salud. La segunda, tercera, cuarta y etcétera impresión es la que cuenta. De pronto la alzada muñeca de recursos humanos está trepada en el micro de al lado, con la axila sudosa y el cabello hecho rafia. Está discutiendo airadamente con el cobrador que no quiere china hasta Frutales. La voz lene y de palabras refinadas se quedaron en la oficina, porque allí viven. Tú la observas tranquilamente desde tu siento en la combi imaginando cuánto puede influir el colorete en sus labios como elemento catalizador de su verbo. Sacas una libretita y apuntas en tu lista de “Motivos de investigación”. Porque todo raro tiene su libretita donde apuntan sus cosas raras y, según caducan, las guardan en algún lugar raro, no vaya a ser que las encuentre su madre quien hará todo los posible (y lo imposible) para arrastrarlo al hospital y le revisen el cerebro. Así, cuando la dulce dama del medio de transporte adyacente sienta tu mirada habrás de hacerle hola con la mano y mostrarle tu sonrisa más feliz, puesto que por fin has tenido el gusto de conocerla en su lado animal vespertino, que es el menos impuesto y por lo tonto, ol mós soncero. Las terceras impresiones le suceden a los raros en los centros comerciales. El más receloso de tus nuevos colegas está siendo arrastrado de aquí para allá por dos adolescentes y un niño. Lo bolsiquean/gritan/ordenan en medio de su risa nerviosa. Risa al fin y al cabo, porque tú, raro, nunca lo viste ni sonreír en la reunión de introducción donde a la más mínima indirecta le trajeron su Carmenere en fuente de plata afiligranada. Sólo decía: "Ah, la patria, la patria" y mucha gente aplaudía por una patria ajena que hacía feliz -muy para adentro- a tan cetrino colega. Las cuartas impresiones suelen ser las más ominosas. Los raros creen haberlo visto todo, pero no. Preparen la libreta. La nueva matrona de contabilidad -envidiada e hiperregia a sus cuarenta a quien te presentaron cuando tú, marrano como siempre, estabas con la boca atestada de panecitos rellenos en aquella famosa reunión donde pidió ser circundada para que comentara una sola vez su prolongada currícula- está ahora frente a ti dando de tumbos con un bebé en la pañalera del baño del cine. No es precisamente mostaza lo que tiene entre sus manos ni pepián de choclo. Tampoco está articulando cosas como corporación/estadísticamente/inversionperiodicamensual, creo –en su defecto- que está acusando a algo parecido a un humano muy chiquito que berrea sin César -porque éste hace muchas glorias que es finado- pero sin cesar de ser humanodemasiadohumano hasta los esfínteres colónicos. Bueno, tú a lo tuyo, sacas un poco de jabón y presionas el caño. La mujer que debe ser una matrona megaregia de cuarenta años es hoy una simple madre –si es que acaso puede haber simplicidad en ello- quien sin mirarte te pide por favor que deposites en un tacho una bola plástica del tamaño de la cabeza del berreante. La bola blanca no huele al Ricci de la contadora de la reunión. Te recuerda más bien a tus axilas de chivo cuando te olvidas de echarte el desodorizador. Es más, por fin sientes que tienes algo en común con aquella mujer. Hoy en este lugar ambos están oliendo a lo mismo sin parloteo merchandaisico ni boletín estadístico de hidrocarburos ni junta urgente a la una que hace participar hasta a tu buche. "Chau, Sonia, qué gusto volver a verte" y lo dices con absoluta franqueza debido a los motivos merodeantes. Sonialacontadoradetantomundo introducida en sus crocs -como tú- quiere meter la cara entre las nalgas del casi humano que todavía no termina de limpiar.

lunes, 23 de junio de 2014

Camilo: ¿Te juego a los Street Fighters?
Nelson: No sé jugar eso...
Camilo: No importa, tú eres Ryu y yo soy Blanka.
Nelson: Y, ¿qué hace Ry...?
Camilo: 3, 2...fight!!!!



domingo, 22 de junio de 2014

Yo confieso

Ya me cansé. Lo siento, lo he intentado con mucho esfuerzo, pero no puedo sumarme al colectivo OdioLosDomingos. Prefiero ser honesta y seguir pareciendo un bicho raro, pero voy a contarles qué haría un domingo cualquiera:





Ver por 7849837410494ª vez "Wedding singer"



 
 
El día que mis amigos tridimensionales sepan de este blog probablemente pensarán que tengo algún transtorno de personalidad (si es que no lo han pensado ya), pero esto va a ser el detonante para que se preocupen seriamente por mí. Y no es que lo oculte, solo que nadie me ha preguntado. Esta película tiene mucho encanto. Es decir, la dupla Barrymore-Sandler es tan convincente que pienso: "¡Qué rayos, por cosas menores otra gente se ha casado!" Y no solo pienso eso, también creo que junto a "50 first dates" y "Luna de miel en familia" le sacan el ancho a la pretenciosa trilogía de los "Before todo". Puedo sustentar todo esto, pero lo que espero ahora es anular una leyenda: No veo a Tarkovski los domingos, no soy tan ruda.
 
 
 
 
También puedo ponerle el ojo a Caicedo en cualquiera de sus facetas
 


No, yo no bebo. Gracias, igual.
 
 
 
Y leer en voz alta algún escrito que describa algo que yo no puedo, como hago con los escritos de todas las personas que logran ese efecto lo cual, finalmente, termina pesándole a los vecinos quienes tienen listos los baldes con agua para espantarme como a un gato.
 
 
"...hay días en los que todo parece cooperar para que yo no sufra, y soy feliz teniendo delante de mí a esas maripositas amarillas que juegan en la hiedra. ¡Ah!, pero es que todavía no he hablado de la hiedra, cierto. Y los tejados sucios que se amontonan más allá, al otro lado de la calle, y el cielo claro de esta ciudad, que también se deja ver de mí porque sabe que yo soy un habitante de aquí, que aquí es la única parte en la que yo puedo subsistir y ser feliz y mirar a través de esta ventana con forma de iglesia. Diré ahora que la hiedra apareció sobre los barrotes grises en forma de lanza, de un día para otro. Así como suena. Un día de tantos en que yo me colocaba delante de la ventana, la vi allí, encerrada en el marco que alcanza a abarcar mi vista. Y allí continúa, creciendo más cada día, y yo pienso que cuando la hiedra no deje ver los floridos árboles del frente, o el limpio cielo de esta ciudad, o las maripositas amarillas, cuando la hiedra haya oscurecido el gris de los barrotes, yo me contentaré con poderla ver nada más a ella, levantarme y ver todo verde, no importa que la gente esté haciendo escándalo afuera, para eso tendré yo mi hiedra que ha crecido al otro lado del papelillo y de la reja y que se ha trepado contra los barrotes y que ya no deja ver nada de lo que sucede con la calle afuera, pero eso no importa, porque así yo puedo contar las hojas y pronosticar el día en las cuales caerán unas y nacerán otras."
 
("Calicalabozo", Andres Caicedo)

 
 
 
Una cosa que debo aclarar es que no recomiendo ir a los museos los domingos porque este día en particular los museos no se disfrutan sino se sufren. Mucha gente los vuelve sucursales de los parques y no es que me disguste ver a la gente amándose, todo lo contrario, pero por lo mismo que a nadie se le ocurre meter un tarro con sopa ramen al cine considero inapropiado pararme frente a un cuadro cuyo parámetro ha sido tomado por dos ardientes amantes. Por eso les advierto, allá ustedes. 
 
 
 
Podría ir al mercado de las pulgas, pero ya ven que el otro día tuve una seria discordancia con su desempeño en la sociedad así que me voy a alejar un tiempo de esos antros. Asumo que el principio de la causalidad les azotará con mi ausencia.
 
 
 
 
Ah, cómo podía olvidarlo, un domingo es propicio para ir por un dulce al otro lado del mundo donde seguramente el local estará atestado porque allí todo es tan rico y el lugar es tan chico y me aprovecharé de eso para llegar en pijama y no importará, pediré un dulce y lo devoraré en la vereda, por si se me antoja otro más.
 
 


El lugar se llama "La Maga", díganme si no es bella la vida.
 
 
 
 
 
Comprenderán entonces que nunca podría odiar a los domingos cuando conmigo se comportan tan mansos como cualquier otro día. Además, un domingo todo el todismo de Einstein y compañía se dieron cita en la mente de mi madre cuando a último momento claudicó de escribir en el papel de los registros ciudadanos el nombre Dominga, que así me iba a llamar yo. Sépanlo bien.
 
 
 
 
 
 
 

sábado, 21 de junio de 2014

Caprina

Soy una cabra. Me acabo de enterar. Y no cualquier cabra. Como acabo de asumir mi nueva condición, aún no he dejado de hacer cosas humanas como la introspección. Como verán soy la cabra del campo, aquella que era ética perlética pelapelambrética, además de peluda y pelapelambruda, quien tiene cinco cabritos éticos perléticos pelapelambréticos, además de peludos y pelapelambrudos. Sin que esto baste, soy una cabra que tira; es decir, tiendo a abalanzarme hacia algún lado. No te preocupes, también pensé en su significado carnal y tuve miedo por eso de que ya tengo cinco cabritos al hilo y sin siquiera darme cuenta, entonces de ahora en adelante seré más pensante y me haré el control de la natalidad porque no me gusta eso de la carga familiar. Volvamos al hecho que soy una cabra que tira; es decir, soy un animal silvestre que se arroja libremente al azar. Una bestia que tiende a. "Tender a" no significa que me dedique a la fase posterior a la lavandería (cosa que las últimas semanas de mi vida humana empecé a desarrollar con eficiencia y dinamismo: era una señal). Por eso, me refiero concretamente a que mi organismo se despliega como un vórtice de un punto a otro, trastocando, repicando, arruinándolo todo con mis cascos. En todo caso, si soy una cabra que tira debo, obligatoriamente, tener un destino. Como necesito una carta de presentación y no debo explayarme mucho en mis lugares de colocación elegiré un lugar común…un monte, ¿qué te parece? A su vez, debo dejar constancia de la persistencia de mis actos, eso sonaría muy bien a alguien de recursos humanos. Pienso que el adverbio "siempre" me vendría a juego. Atención a la rotulación: "Soy una cabra que siempre tira pa’l monte".

De la infame forma que certifiqué que el mundo es un pañuelo

-"Le estoy guardando algo bien bonito, señorita"
 
Sus amigos le dicen Sapazo, yo le digo Rubén. Entre apodos y nombres, prefiero llamar a la gente por el que lo identifique más. Por ejemplo, mi amiga Roxana tiene cara de Roxana, no me la imagino llamándose de otra manera porque ni su segundo nombre le calza. En la facultad había un tal Alberto (creo), la cosa es que su papá trabajaba en la universidad y se llamaba Máximo; por eso a Alberto (¿?) todos le decíamos Mínimo. Tenía cara de Mínimo, cualquiera se los puede decir.
 
El hecho es que ahora estamos en un mercado de pulgas y, específicamente, en la zona de fotografías antiguas. Acá se puede encontrar álbumes completos, así como cromos sueltos. Rubén se ha ido a no sé dónde, pero me ha ofrecido su silla de playa mugrienta para que le cuide el puesto. De pronto, me encuentro dando referencias de datos, años, probables ciudades. Estoy negociando la foto de una señorita caminando por el Jirón de la Unión. Como no sé el precio y noto el interés, pido una suma alta. El individuo comienza a hacerme notar las deficiencias del producto. Quien desprecia compra. "Bueno", le digo y tomo la foto y la guardo en un cajón. Una bofetada con guante blanco. Nadie va a venir a basurear mi mercadería. Sigo leyendo una revista "Vaquero" mientras espero no sé si a otro cliente o a Rubén. Un ojo al negocio y otro al ocio. Cuando el hombre se ha alejado un poco, saco la fotografía. Antes, hago lo que los demás: Busco el ramo de ruda y lo sacudo en el lugar que quedó despejado cuando escondí a la señorita del jirón, recién puedo ofertarla nuevamente. Mas la gaveta tiene algo que ha llamado mi atención. Hay un pequeño sobre manila atestado de fotografías recientes. Todas son de tamaño carnet. "Va a pasar muchas décadas para que esto tenga valor", pienso. Comienzo a examinarlas con cuidado cuando un recuerdo revienta en mi mente como un volcán. Es Mily. Hace cinco años me robaron el bolso y este retrato estaba allí. Ahora está ajado, sucio y, en el colmo del mal gusto, le han cortado las esquinas.


 
 
 
- "Mire nada más", aparece cuando me propuse no esperarlo más y me muestra algo muy codiciado en este lugar: un álbum de fotos antiguas de muertos.
 
- "¡Pero qué carajos te has creído, Sapazo!" Y me alejo mostrándole la imagen de mi prima como Van Helsing espantando a Nosferatu.
 
 
 
Repentinamente, comienzo a ver las cosas en su real dimensión. No conozco a ningún Rubén dueño de una pequeña galería de arte en La Victoria; lo que hay es un tal Sapazo que vende fotografías robadas en una carretilla ambulante en La Parada.
 
 

viernes, 20 de junio de 2014

Polvo de estrellas

Tal vez uno de los libros más preciosos que he leído es "La ciudad de la alegría". Allí, uno de los personajes, Hasari Pal vendió sus huesos en vida para casar a su hija de acuerdo a sus costumbres. La condición para la transacción era que se encontrara cerca de la muerte. Cuando esto sucedió, unos encargados del negocio fueron a recoger su cadáver. Al descarnarlo en sus instalaciones, siguieron -con lo que quedaba de Hasari- el extraño negocio de la venta de esqueletos para estudiantes de otros países.
 
 
 
el aprecio de la belleza de los esqueletos
 
 
 
 
En Japón (siempre Japón) está situada una isla llamada Taketomi. El gran atractivo de sus playas es la arena blanca que en realidad no es arena blanca sino minúsculos esqueletos de estrellas de mar.
 
 

 

 
 
 
 
 
la certeza de saberse una estrella
 
 
 
 
Al formarse las supernovas arrojaron al espacio el oxígeno que respiramos, el hierro de nuestra sangre, el calcio de nuestros huesos, el silicio de la arena y todos los átomos de los que estamos hechos que luego se convirtieron en ladrillos de esta estructura fascinante llamada vida. No sé si Eielson sabía esto o lo percibía, pero de alguna forma estaba seguro que al finalizar su estancia en la Tierra debería regresar como polvo de estrellas a la superficie de la Luna. 

 
 
 
 
 
Sé perfectamente que mi casa
 
Es una estrella
 
Que se llama vida
 
Y que esa estrella es la tierra
 
Y que después tendré otra casa
 
En otra estrella
 
Llamada muerte
 
 
 
 
Aunque la NASA no pudo cumplir este deseo, tampoco pienso que los poetas se queden tan tranquilos en los cementerios. Le he contado un poco de esto a mi tío Esteban tratando que la oceanidad de sus conocimientos aporten algo más, entonces le he dicho: "¿Qué sabes sobre el polvo de estrellas?" Y, al parecer, he despertado su lado bestia porque me ha dicho algo que no puedo repetir, pero puedo tratar de graficarlo:




 
 
 
 
 
 
Procuraré tener más cuidado con las colaboraciones
 
 
 
 
 


jueves, 19 de junio de 2014

Tamaño carnet


1. Por la mañana contemplaba la delicadeza con que un hombre llevaba un vaso de gaseosa amarilla. Le resguardaba con el mismo tacto con el que se cuida la flama de una vela misionera.  De pronto,  otro hombre tremendamente gordo pasó veloz dándole un panzazo al hombre del vaso, al instante el líquido soltó el cuerpecito y aleteó hasta la calzada donde permanece todo contracturado.

2. Un perro aguardaba su cita fuera del consultorio veterinario. Lo vi que volteaba a la derecha, a la izquierda, se apoyaba en la reja, levantaba una oreja y es probable que anduviera renegando por la hora. Entonces dieron las dos y un cuarto, se oyó un chasquido de llaves y le abrieron el paso: “Perdone, olvidé su cita”, alguien se excusaba. Entró  el perro al consultorio sin ofrecer una mirada de buenas tardes al médico.

3. Un hombre subió al micro vendiendo licor de sábila. “¿Eso qué cura?”, pregunté. “Las piernas”, me dijo. “Deme tres pomos”,  respondí. Hace rato que mis ideas cojean todas del mismo lado.

 

La chica del cabello perfecto

Esto sucedió durante un alto en el baño del cinema
 




junto a la normalidad de otras congéneres frente al espejo


 



supe que las llamas del infierno nos persiguen en la vida cotidiana;

la chicadelcabelloperfecto apareció de la nada
 




a la luz de los hechos lo siguiente no precisa explicación
-todas fuimos anuladas-

 


regresaba a mi butaca arrastrando las cadenas del infierno
cuando la chicadelcabelloperfecto
que a nadie debía envidiarle nada
de sus labios profirió:

 



"Bonitas gafas"


 




así, una vez más y casi sin creerlo

me sentí de pronto de todo mal librada






recordé que no por nada me dicen Tony Montana

jueves, 12 de junio de 2014

Contraindicaciones

1. Cuando era chiquita me mareaba fácilmente cuando veía un pedregal. Es que, muchas veces, para construir las carreteras algún montecillo que se interpone en los planos tiene que ser dinamitado. Así, cuando íbamos a Pisco a la casa de mis tíos o donde mis abuelos nos encontrábamos varias veces con uno de estos arañazos geológicos. Me bastaba un instante y aun atisbándolo desde lejos comenzaba con el vértigo y su respectiva arcada. Entonces mi madre sacaba una mitad de los cuatro limones cortados que llevaba en su bolso para cuando comenzaban mis ñáñaras, porque la náusea es recontracontagiosa y si no me frenaba al instante mi hermano no tardaría en comenzar con sus propios espasmos. Por simple lógica, es preferible tener un vomitoso a la vez, entonces mi madre me pedía que chupe el limón y cerrara los ojos para no mirar esas inmensas paredes incrustadas de rocas rasgadas. "Cuenta en tu mente de 3 en 3 hasta que te pase la voz", me decía. Mi madre siempre ha creído que contar de 3 en 3 cura muchas cosas: El insomnio, la cólera, la terquedad, etc. Entonces yo sorbía ese líquido amargo cuyo milagro residía (concluyo ahora que soy grande) en el sabor que me atolondraba tanto como para sacudirme la idea del mareo. Sabiendo ese principio, después he chupado limones para quitarme pensamientos, cóleras, contestaciones, ansias, para evitar reírme ante situaciones en que la gente normal no se ríe y también para poder olvidar tu nombre. Claro que no siempre puedes tener un limón a la mano. 


 2. Cuando a F. le pusieron cable aguardaba a que sus padres salieran para pelearse con la tele y poder ver "algo" en el canal 78. Sacudía la tele, movía las antenas, daba golpecitos en la pantalla; mi función consistía en sentarme al frente del aparato para avisarle si ya se veía "algo". A veces le decía: "Creo que ya hay 'algo'". Entonces él se acercaba y me decía: "Ah, pero es un pie" y regresaba a mover alguna parte de la traqueteada máquina. Con suerte y de tanto zarandear por un par de horas podía, al menos, oír "algo". Entonces nos reíamos como algún ignoto animal infernal de la selva virgen y cambiábamos al canal del tío Cachirulo que, cosas de la vida, no era un canal de cable. Íbamos a la cocina por los refrescos y los postres que nos dejaba indicados la mamá de F. y nos poníamos a repetir todo lo que ese señor con el rostro un poco de espanto nos pedía que reprodujéramos. Nunca he querido ni he podido olvidar esos momentos, sobre todo ahora que F. se dedica a la política porque cuando está en su faceta de soyunhombrequenosabereirseyhablodificil basta con que le cuente una anécdota como esta y es como si encendiera una sarta de cohetecillos; al instante una es seguida por otra y podemos estar así mucho tiempo hasta que nos duela la panza y tengamos momentos de apnea por tanta carcajada.

 3. Cuando al otro F. le duele la cabeza me pide que le hable en lenguas. No es que yo sea políglota en la definición RAE, sino porque el otro F. sabe que tengo pasta para la tontería. Así, puedo inventar unos cinco idiomas en un instante y también puedo contarle los orígenes y la cultura de donde procede. "En alguna dimensión tú debes ser un dios", me dice. "¿Tú crees que formaría parte de una historia chévere y pomposa como 'El Ramayana'?", le pregunto tratando de poner en aprietos a alguien tan salvaje como es el otro F. "Probablemente no tendrías forma humana", dice mientras me río de antemano por la barbaridad que me imagino escucharé, pero el otro F. es siempre impredecible y sentencia, "pero seguramente serías como una flecha de jazmín de Kana: esas que se mandan directo al corazón y no fallan". Curado de su dolor, regresa a lo suyo sin hacer el mínimo gesto.

miércoles, 11 de junio de 2014

La rana que quería ser una rana auténtica (Monterroso y Nana)

Este cuento es de Monterroso (sí, el del dinosaurio). La primera vez que lo leí me pareció gracioso. Luego me di cuenta que en el momento que somos la rana no da para reírse tanto. No soy de las personas que escriben "porque todos alguna vez". Pienso que ciertas cosas solo le suceden a algunos. Dichosos los bien librados.
 
 
El texto solo es así:
 
 
 

LA RANA QUE QUERÍA SER UNA RANA AUTÉNTICA
 
Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.
 
 -- FIN --

 
 
  

 
 
El mismo cuento ilustrado por Nana es así:
 
 
 


 
 
 
 
De hecho, en el vínculo se ve mucho mejor, solo que quiero que sepan que algunas personas todavía apuestan por poner en físico estas cosas y eso es como si la belleza que imaginamos se encarnaran de vez en cuando. Esta ilustración salió en una revista que se llama "Buensalvaje" de hace un tiempo y me acordé que desde que la vi quería publicarla en algún lado.
 
 
Sería muy chévere tener a mano un libro de Monterroso, ya que lo poco que he leído en línea es muy bueno, pero no hay nada como el contacto carnal-bíblico. Ustedes que son lectores saben. Se aceptan donaciones.
 
 
Tengo unos cuentos, los estuve ojeando. Estaba pensando si alguien que supiera de publicaciones podría evaluarlos, pero luego me di cuenta que pese a la acogida que tuvieron hace muchos años en otro blog (el mapa cubría y sigue cubriendo casi todo el mundo), en realidad, más que la falta de un ilustrador, tienen mucho de lo que sería yo si fuera un ente incorpóreo y no creo que eso sea ni bueno ni sano para mí. De todas formas, estos días he tratado de acomodar algunos que se quedaron en borrador como en una clínica de cuentos donde esperan reparación. Cuando sentí que había terminado con uno de ellos, lo releí (algo así como la rana cuando comienza a acomodar su espejo) y me he sentido mal de pensar que tal vez ninguna persona se atrevería a publicar esas cosas. Me he sentido peor al ver que yo misma les llamo cosas y no cuentos.
 
 
 
 
Una mosca se ha posado en mi hombro y me pesa hasta desbalancearme.
 
 
 
 
 
Me estoy sintiendo verde.
 
 
 
 


lunes, 9 de junio de 2014

Marianela

Creo que hasta hoy, el personaje más terrible con el que me he topado ha sido con Marianela. Ella y el Coyote son la vívida representación de la desgracia.
Así como las películas tienen un actor principal y otro secundario, yo tengo un libro de soporte para cuando el principal me cansa. Compré "Marianela" por el título, aluciné un mundo de traiciones y desengaños: un culebrón literario. Con suerte y era una Karenina hispana. Luego encontraría la historia detrás de la historia, rumores que apuntarían a determinada dama de la sociedad que tuvo un entredicho con Benito Pérez Galdós, pero todo siempre por lo bajo. "Marianela", pues, su pronunciación ondulante seduce. El vendedor me dijo: "Ah, dos chibolos que se enamoran". No faltó más para tratar de hacerle contrapeso a Eco.
 
 
 
 






¿Por qué no podía ser otra bonita historia soft? Después de todo, Efraín y María alguna vez se miraron y se confesaron todo, aunque Jorge Isaacs ya les alistaba el cadalso desde el prólogo. "Matalaché" tiene más acción; en su momento, hasta me hizo dejar de lado mi libro principal. María Luz y José Manuel rompen todas las reglas morales, éticas, sociales, religiosas...y hasta las de vinilo. xDDD Es más, de no ser por el papá de ella, José Manuel no terminaría siendo jabón y, por el contrario, hubieran formado una linda familia de mulatitos. Pero igual, nadie les quita lo comido y creo que eso es lo más rescatable de "Matalaché": dos personas que se atrevieron por igual.
 
 
 
Pero no
 
 
 
 
A Marianela, en pocas palabras, la describen como hija de Rossy de Palma y nieta de Julia Pastrana. Y tiene que arrastrar con eso por toda la novela, atormentada, creyendo que una mujer sin belleza es peor que una leprosa en un slum de la India.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La verdad, lo que más me exacerba de esta novela es la falta de razón de Marianela. Esas ganas de sufrir como un deporte de alto riesgo, porque el señorito Francisco era ciego de nacimiento y no es hasta este instante cuando recupera la vista que comenzará a desarrollar sus criterios estéticos. De hecho, en ninguna parte de la novela (antes de ver a la Nela o después) juzga su apariencia. Así pasa piola por toda la novela.
 
 
 


 
 
 
 
 
 

Golfi, el doctor que operó a Francisco y que intentó rescatar a Marianela de su autoflagelación, viéndola en su agonía reflexiona diciendo que no puede hacer nada más porque ella no ha desarrollado las fuerzas de su alma y, por tanto, vive ciega del cuerpo teniendo vista.
 
 
 
 
 
Su muerte fue resultado de una enfermedad psicosomática.
 
Hace algunos años que los médicos han descrito el
 
 
 
 
 
 
 

sábado, 7 de junio de 2014

Trip report: Okunoshima

Okunoshima (de Usagishima, “Isla Conejo”) se encuentra en Japón.
 
 
 
 
 
 
 
 
Durante la Segunda Guerra Mundial fue un cuartel secreto donde se inventaban gases venenosos contra los chinos. Se cree que para probar el resultado de esas porquerías llevaron a los conejos.
 
 
 
 
 
 
 
 
Cinco fueron los potentes gases que salieron de allí y ocho, los conejos que llevaron cuando comenzaron los ensayos. Luego, existen dos versiones:
 
 
 

 
 
 
Cuando la guerra terminó, todos desalojaron la isla, pero nadie se embolsó los conejos porque, ya saben, podían tener los rezagos de las pruebas y esas cosas.
 
 
 

 
 
 
Bueno, que la guerra terminó y Japón tuvo que garantizar que habían hecho un adecuado proyecto de cierre y para constatar esto pusieron a los conejos por su alto índice de fertilidad, natalidad y promiscuidad. Como el período entre una generación y otra es muy corto, sería muy fácil constatar si los animales sufrían mutaciones en el tiempo o si desarrollaban "El proyecto lagomorfo", el cual se propone extirpar a los humanos de la tierra atándoles un yunque al pescuezo y arrojándolos al mar.
 
 




En ambos casos se concluye que los conejos se quedaron allí como los únicos habitantes de la isla y, por lo visto, hicieron lo que mejor saben hacer como conejos.
 
 

 
 
 
 
Durante 16 años estuvo prohibido acercarse a la isla que queda a una hora en lancha desde la misma Hiroshima. Por estos días es un lugar abierto al público y tiene diversas atracciones turísticas entre las que se encuentra LA PLANTA DE QUÍMICOS y, claro, los conejos. He leído que, hasta el año 2004, por cada turista se tenía una cifra estimada de 170 conejos. Es decir, si alguien sale a dar una vuelta por la playa tiene que evaluar el peligro de sucumbir ante la vorágine de 170 conejos hambrientos, 340 por cosas de pareja y un paseo familiar puede hacerse de la compañía de un millar.
 
Por eso, si algún día alguien visita Okunoshima encontrará...
 
 
 
 conejos



 
 
 
 
 
afectuosos conejos
 
 

 
 
 
 
 
muchos conejos
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
mares de conejos
 
 
 
 
 
 







¡¡hordas de conejos!!






 
 
 
 
 
 
 
 
Lo comprenderé si después de tanto conejo, usted quizá...
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
Sería mostro, ¿no?
 
 



 


CRÉDITOS: Las imágenes son de Internet porque yo no he tenido el gusto de ir hasta allá. Algunos montajes sí son de la casa.