sábado, 21 de junio de 2014

De la infame forma que certifiqué que el mundo es un pañuelo

-"Le estoy guardando algo bien bonito, señorita"
 
Sus amigos le dicen Sapazo, yo le digo Rubén. Entre apodos y nombres, prefiero llamar a la gente por el que lo identifique más. Por ejemplo, mi amiga Roxana tiene cara de Roxana, no me la imagino llamándose de otra manera porque ni su segundo nombre le calza. En la facultad había un tal Alberto (creo), la cosa es que su papá trabajaba en la universidad y se llamaba Máximo; por eso a Alberto (¿?) todos le decíamos Mínimo. Tenía cara de Mínimo, cualquiera se los puede decir.
 
El hecho es que ahora estamos en un mercado de pulgas y, específicamente, en la zona de fotografías antiguas. Acá se puede encontrar álbumes completos, así como cromos sueltos. Rubén se ha ido a no sé dónde, pero me ha ofrecido su silla de playa mugrienta para que le cuide el puesto. De pronto, me encuentro dando referencias de datos, años, probables ciudades. Estoy negociando la foto de una señorita caminando por el Jirón de la Unión. Como no sé el precio y noto el interés, pido una suma alta. El individuo comienza a hacerme notar las deficiencias del producto. Quien desprecia compra. "Bueno", le digo y tomo la foto y la guardo en un cajón. Una bofetada con guante blanco. Nadie va a venir a basurear mi mercadería. Sigo leyendo una revista "Vaquero" mientras espero no sé si a otro cliente o a Rubén. Un ojo al negocio y otro al ocio. Cuando el hombre se ha alejado un poco, saco la fotografía. Antes, hago lo que los demás: Busco el ramo de ruda y lo sacudo en el lugar que quedó despejado cuando escondí a la señorita del jirón, recién puedo ofertarla nuevamente. Mas la gaveta tiene algo que ha llamado mi atención. Hay un pequeño sobre manila atestado de fotografías recientes. Todas son de tamaño carnet. "Va a pasar muchas décadas para que esto tenga valor", pienso. Comienzo a examinarlas con cuidado cuando un recuerdo revienta en mi mente como un volcán. Es Mily. Hace cinco años me robaron el bolso y este retrato estaba allí. Ahora está ajado, sucio y, en el colmo del mal gusto, le han cortado las esquinas.


 
 
 
- "Mire nada más", aparece cuando me propuse no esperarlo más y me muestra algo muy codiciado en este lugar: un álbum de fotos antiguas de muertos.
 
- "¡Pero qué carajos te has creído, Sapazo!" Y me alejo mostrándole la imagen de mi prima como Van Helsing espantando a Nosferatu.
 
 
 
Repentinamente, comienzo a ver las cosas en su real dimensión. No conozco a ningún Rubén dueño de una pequeña galería de arte en La Victoria; lo que hay es un tal Sapazo que vende fotografías robadas en una carretilla ambulante en La Parada.
 
 

2 comentarios:

  1. No me gustaría llamarme Mínima, ¿Te imaginas? ¡Alla va la mínima! Jaja nel.

    Voy a verme al espejo para saber si me queda mi nombre.

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  2. Tendrías que haber visto a Mínimo en contexto. No había razón humana que lo desnaturalizara de ser "Mínimo". xDDD
    No creo que alguien pueda gritarte "allí viene Lamalquerida", después de casi darle respiración boca a boca tratando de reanimar a tu plantita (a) "La siempreviva" (espero que sea solo un desmayo).

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