1. Por la mañana contemplaba la
delicadeza con que un hombre llevaba un vaso de gaseosa amarilla. Le resguardaba
con el mismo tacto con el que se cuida la flama de una vela misionera. De pronto, otro hombre tremendamente gordo pasó veloz dándole
un panzazo al hombre del vaso, al instante el líquido soltó el cuerpecito y
aleteó hasta la calzada donde permanece todo contracturado.
2. Un perro aguardaba su cita
fuera del consultorio veterinario. Lo vi que volteaba a la
derecha, a la izquierda, se apoyaba en la reja, levantaba una oreja y es
probable que anduviera renegando por la hora. Entonces dieron las dos y un
cuarto, se oyó un chasquido de llaves y le abrieron el paso: “Perdone, olvidé su cita”, alguien se excusaba. Entró el perro al consultorio sin ofrecer una mirada
de buenas tardes al médico.
3. Un hombre subió al micro vendiendo licor de sábila. “¿Eso
qué cura?”, pregunté. “Las piernas”, me dijo. “Deme tres pomos”, respondí. Hace rato que mis ideas cojean
todas del mismo lado.
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