martes, 15 de julio de 2014

Los parientes de Margarita

Margarita tenía la mala costumbre de morirse unos cuantos días y después despertarse como si nada. Para su quinta muerte alguien se percató que sus velorios ya no salían a cuenta, así que dejaron de invitar formalmente a la familia y a los vecinos y se limitaban a dejar la puerta abierta con un letrero que habían mandado a tallar para la ocasión: "Margarita". Como si se tratase de una función de cine, llegaban los deudos, los conocidos, las plañideras y los cuentistas: cada uno con su fiambre. Todo se volvió tan rutinario que la familia desempolvaba el ataúd que guardaban en el almacén y lo ponían en medio de la sala junto con el encargo, botaban a los gatos de los muebles, abrían la puerta, colocaban el letrero y ponían la tetera para el café (que era el único gasto que asumían). El velorio más largo duró cinco días; por la hora del crepúsculo toda la gente salió un ratito a la calle para ver la final de trompo que jugaban los niños en la puerta del duelo. De pronto se escuchó una voz dulce y lene: "¿Quién va ganando?", era Margarita quien preguntaba vestida con su ropa de entierro y el camafeo de la familia en el pecho. "El Matías, señora, las apuestas las tiene el Ladislao", le contestaron ya sin asombro. Cuando terminó la competencia, velados y veladores regresaron a sus casas. Luego de esa ocasión, Margarita se murió en dos oportunidades más hasta que la última vez alguna de las damas del rosario hizo notar que la difunda se estaba poniendo de color esmeralda. Las hijas sugirieron que se le cambiase el vestido para desvirtuar el tono, los hijos pensaron en pedir una segunda opinión. De esta forma marcharon con la occisa hasta el otro pueblo donde otro médico (porque el de la colonia ya estaba bien cansado de gastar su talonario en partidas de defunción). Al otro lado -que no eran ajenos a las andanzas de Margarita- le sujetaron la boca desde la mandíbula hasta la crisma con un pañuelo, le sellaron la nariz con un gancho y, por si acaso, le taparon las orejas. Como no hubo respuesta (y Margarita cada vez estaba más berílica) el doctor enunció a los hijos: "Esta vez sí está muerta". El equipaje del cadáver era su ataúd, así que la subieron a un camión, se devolvieron al pueblo y siguieron la rutina del cartel, pero la gente ya estaba cansada. Por eso la familia hacía como que estaba devastada y los deudos, los conocidos, las plañideras y los cuentistas hacían como que les daban consuelo. De todas formas esperaron un par de días más, hasta que otros sentidos empezaron a confirmarles la noticia. 
Aunque esto sucedió hace muchos años y el signo no se manifestó nuevamente en algún pariente, ha quedado la costumbre de santiguarse si se ve a alguien de la progenie de Margarita durmiendo debajo de un molle o en la pampa abierta sobre la alfalfa, por si acaso. 

2 comentarios:

  1. ¿En qué grado eres descendiente de Margarita?

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  2. En alguno lejano, pero sí, somos parientes. ¿Cómo supiste? xDD

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