sábado, 12 de julio de 2014

Cristo

Hace años que no iba a la casa de Cristo. Ciertamente, bien puede ser una década; sin embargo, yo le conocí cuando aún éramos niños. Nos gustaba ir a rebuscar la biblioteca de la iglesia. Aún tengo mi carné de afiliada que me costó veinte céntimos (algo así como la quinceava parte de un dólar) y con el cual no sólo tenía derecho a desgajar esos pequeños libreros, también podía ir a molestar a la mismísima BNP (Biblioteca Nacional del Perú). Bueno, la historia comienza con la inexistencia de un encargado oficial en esa dependencia parroquial, aunque una señora algo mayor aparecía con frecuencia nada era seguro de un día a otro. Al entrar y al salir, teníamos que registrarnos en el libro de visitas. Ese acto que ahora puede parecer banal era entonces una garantía de vida de muchos mozuelos cuyas madres trabajadoras y desconfiadas iban a verificar si sus chicos habían mantenido su estancia allí tal como sostenían en casa. Como allí todo se leía, noté en aquel libro un nombre peculiar y recurrente: Cristo Peña-Flor Estrada. Sí pues, me asombró que alguien se llamara "Cristo". Pensé que podía ser uno de los curas de la iglesia. Al día siguiente me senté cerca de la mesa de firmas que, para variar, ese día estaba siendo vigilada por un adolescente anarcopunk. Cuando entraba un niño me levantaba a ver si había llegado Cristo. "Hey, tú, ¿estás buscando enamorado?", me dijo el tipejo mientras se echaba esmalte negro en las uñas. No sé, tal vez su sonrisa socarrona me hizo pasita y me olvidé un tiempo del asunto cuando una tarde la señora del cigarro enunció con su voz ronca: "Peña-Flor, ha llamado su madre, vaya a casa". Vi a un niño enjuto marcar su salida en el libro y cargar con una pesada mochila. No sé por qué, pero me propuse ser su amiga. Un viernes regresó y fui hasta su mesa. Puse mi libro de biología y él me miró temeroso. En medio de la enciclopedia que supuestamente leía tenía una revista de cine y le hablé.

- Mi prima y yo vimos una película de terror el domingo pasado.
- ¿Cuál? 
-"El Exorcista", me dio mucho miedo.

Hizo una mueca de que iba a pegar una tremenda carcajada, pero sólo clavó sus inmensos dientes en la revista y me miró con la profundidad de sus ojos marrones. 

- Eres ñoña, esa película la vi cuando era niño y nunca me dio miedo.
- Aún eres un niño.
- Pero soy más alto que tú...
- Cualquiera es más alto que yo.

Días después recolectábamos moras del cerco vivo de la iglesia. Éramos unas cabras depredadoras. La pregunta de rigor no se hizo esperar. Me contó que su madre había renunciado a ser monja para casarse, pero su padre falleció incluso antes de enlazarse con ella, así que tomó su embarazo como una maldición a sus votos de castidad y obediencia. Para contrarrestar o tratar de minimizar en algo esa mala suerte llamó a su hijo con ese deífico nombre. He vuelto a encontrar a Cristo hace unas semanas. Sólo está de paso por aquí, estudió cine y la mayor parte de sus días los pasa en Colombia. Tirados en el piso, hace un análisis para mí sobre "El Exorcista". Noto que ya es un hombre que no necesita refugiarse en ninguna biblioteca para olvidarse del hambre que tenía que aguantar hasta que su madre regresara a casa vestida de rosarios. Me cuenta que nuestro juego de arrancar moras en el cerco de la iglesia lo salvaron muchas veces de comerse las hojas de sus cuadernos. Siento que a ambos algo ya nos ha golpeado bien duro, así que recordamos estas cosas como si fueran algo natural, algo por lo que teníamos que pasar sin posibilidad de torcer nuestra suerte. Nos ha quedado mi risa y su humor negro, porque para ser Cristo hay que haber sido flagelado y revivir para contarlo.



2 comentarios: