jueves, 24 de julio de 2014

Lima 11

Hace frío en Lima. Tal vez lo hacemos notar tanto porque oscilamos en un clima templado, si acaso baja un grado nos sentimos en Siberia. Por el contrario, si ese grado sube, involucionamos; nos dirigimos al mar en hordas buscando que nos regresen las escamas. 
Ahora mismo, los hombres han dejado de afeitarse y tienen ese aspecto descuidado que los dota de sensualidad. Los niños son pequeños esquimales y parece mentira que haya una mujer con una capucha amarilla y las uña rojas. En general, deambulamos con el cabello salpicado de garúa y los miopes tenemos ganas de ponerle un limpiaparabrisas a nuestras gafas. Todos los caminos llevan a Roma, ojalá que no. Ya me he topado dos veces con el mismo letrero y voy a dejar de pedir referencias a las personas. Sobre todo hoy que todos parecen caminar sin saber a dónde van. 



CEREMONIA SOLITARIA ALREDEDOR DE UN TINTERO

Todo el mundo huye de mi corazón 
Porque parece un cocodrilo. Todo el mundo dice 
Que no soy un hombre sino un árbol derribado. Nadie sabe 
Que entre mis ojos de niño y mi pecho cansado 
Hay solamente musgo, llanto, flores indecibles, 
Versos que parecen de oro puro 
Y no son sino fragmentos de una estrella de papel. 
No es culpa mía si estoy hecho de cristales amargos, 
De irremediable ceniza y líquidos ardientes 
Que se disputan mi ternura y sin cesar empujan 
Dolorosas poleas, émbolos y ruedas escarlata. 
Soy solamente un puñado de tierra que tropieza, 
Un insolente juguete de cabellos negros 
Y dientes amarillos. No es culpa mía 
Si no parezco de carne y hueso, si bajo mi sombrero 
Y mi pantalón gastado palpita un cielo puro, 
Si todo el mundo dice que no amo a la gente 
Porque me pongo una corbata y observo el firmamento, 
O porque estoy hecho de sustancias aciagas, 
De sonrientes materias que sollozan y sollozan 
Y sollozantes materias que sonríen y sonríen. 
Soy solamente un animal que escribe y se enamora, 
Un laberinto de células y ácidos azules, 
Una torre de palabras que nunca llega al cielo 
Porque no toca ni se apoya en los luceros, 
Sino en mi pobre corazón siempre en tinieblas, 
Siempre en el fondo de un tintero, 
Como si fuera un cocodrilo



Jorge Eduardo Eielson


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